Documento antiguo sobre rosales

Este es un texto en PDF del Boletín de Fomento que data del año 1912. Lo interesante es la relevancia de los rosales desde esa época.

“No debe olvidarse, que los rosales, para dar toda la satisfacción que de ellos puede obtenerse y es mucha, dado las condiciones tan favorables de Costa Rica, necesitan cuido y atención, especialmente durante los veranos secos y los inviernos muy húmedos. El rosal 110 soporta sin sufrir la excesiva y prolongada sequía, ni el agua estacada por falta de drenaje en el suelo. También el rosal es perseguido por varios insectos y hongos que lo atacan y casi anulan su florescencia.

Propagar los rosales en todas las viviendas del campo y en todas las escuelas, sería muy de desear; haremos una pequeña revista de los cuidados principales que esta reina de las flores necesita.

Como lo hemos indicado anteriormente, muchas rosas de las mejores, no forman arbustos que pueden dejarse sin sostén. La mayor parte deberían encontrar en qué apoyarse; algún armazón de bonita forma, en bambú, en hierro, en madera preservada con sulfato de cobre y pintada al minium y después del color conveniente. El rosal se amarra al sostén con tiras de hoja de hitava ú otro ligamento semejante, que no maltrate las ramas; con esto se obtiene formas muy vistosas y de más fácil cuido ulterior.

Este cuido consiste en una poda metódica. Poda de todas las flores marchitas, no dejándolas formar frutas y recorte anual ó bis anal de todas las ramas malas. Si una rama produce una sola flor por ejemplo, ya marchita, se recorta esta rama á dos ojos más bajo que el lugar donde esta flor nació. Toda rama que tiene un vigor demasiado grande, debe recortarse á la mitad; de lo contrario sigue alargándose, sin florecer ó florece mal ó poco. Toda rama vieja, enfermiza, debe podarse, como también todas las ramas superfluas, que pudieran impedir el libre acceso del aire v de la l. Si el rosal 10 florece mucho, una poda uni poco severa lo obligará á dar muchas flores; si al contrario florece abundantemente, es prudente evitar otra poda que la de las flores marchitas, porque se provocaría todavía más florescencia, lo que debilitaría la planta y tal vez la arruinaría definitivamente. La poda debe ser, pues, cosa de atención y un poco también de experiencia.

Si se trata de un rosal injertado, es preciso suprimir todos los brotes del padrón á medida que nacen.

Los rosales necesitan un suelo fértil; por consiguiente abonar es indispensable, necesitan además un suelo sano y para que lo tengan, dos cosas son esenciales. En primer lugar no dejar el suelo sin cultivo ni con malas hierbas y en segundo lugar, por más buena que sea la tierra, hay que renovarla cada cuatro años, quitándola hasta una profundidad mínima de 30 centímetros v reemplazándola por otra de buena clase, recogida de un lugar donde no han crecido rosales. Como abono, si el suelo es liviano y si se pueden conseguir abonos de establo, se dará una buena dosis de estiércol de vaca; si el suelo es fuerte el abono de bestias convendría más.

En abono químico se dará por metro cuadrado y en una extensión de 60 centímetros en diámetro al pie de cada rosal:

  • 25 gramos de superfosfato concentrado
  • 12½ » » » sulfato de amoniaco
  • 25 » » » doble de potasio y de magnesio

A falta de abono de establo se puede emplear cualquier compost orgánico bien maduro. En los calores del verano, no conviene dejar el suelo desnudo debajo de los rosales.

Una buena cubierta de 3 a 4 centímetros ó más si es posible, de hojas secas, aserrín neutralizado con cal, ojalá medio ó totalmente podrido, de paja o de recortes de zacate seco, mantendrá el suelo fresco y los rosales lozanos. Si á pesar de estas precauciones la fuerte sequía hiciera padecer los rosales, será necesario regarlos. Un tubo bastante ancho enterrado al pie de las plantas se llena de agua y forma un sistema de regar de lo más eficaz y de efecto muy duradero. El rosal que sufre de la sequía, con seguridad enferma.

Los rosales son muchas veces maltratados por un pequeño insecto verde que se encuentra en la parte inferior de las hojas. Estas hojas se marchitan algo y sus orillas se contractan. Contra este enemigo y otros semejantes debe uno emplear agua fuerte de tabaco. El contacto de esta solución debe durar lo menos una hora. Se escogerá por consiguiente una mañana sin lluvia. La solución fuerte de tabaco ensucia las hojas; es de aconsejar que una hora ó dos después de su aplicación se laven con una aspersión con agua pura los rosales curados.

Blanco de los rosales se llama una enfermedad producida por un hongo y muy frecuente durante los calores fuertes. Contra este enemigo se emplea el azufre de preferencia de un modo preventivo. Si el mal es fuerte el azufre solo no lo curará, en este caso se debe recurrir al trisulfuro de potasio (hígado de azufre como se llama vulgarmente c1 cl comercio) y con este producto se hará a solución col-teniendo para cien litros de agua:

  • 3 kilos de tri-sulfuro de potasio
  • ½ » » dulce

De mes á mes una aplicación bajo forma de aspersión curará el mal y devolverá al rosal sus hojas verdes y brillantes.”

Fue publicado en Julio del año 1912 por J.E. Van der Laat, redactor y director general. Los documentos a continuación:

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